Jazmín G. Rodríguez
Ahí están fuertes, erguidos,llevan años, siglos de pie, ¿quéhistorias no sabrán?, generaciones hanvisto nacer, crecer, morir, tantas comolas mismas hojas que en ellos hay.Los puedes ver a lo lejos, formanmurallas, espesuras verdes donde tepierdes, troncos fuertes, te han vistodeambular, te conocen bien, hasdejado huellas que ellos, saben leer. Tehan abrazado cuando a su lado te hassentado, son tus ojos, son tu corazón,son latidos que te alimentan, fruto dela vida que olvidaste.No conocen el tiempo, ellos son eltiempo.Infinidad de formas, cientos denombres pero son lo mismo, son raícesprofundas, son el refugio a tussollozos, la sombra que te ampara alalbor.Araucaria de mi alma, llanto de resina,gotitas de dolor, de tu piña tierna, mealojo sin temor, fruto maduro meechas a tus pies desnudo con loshuesos infligidos, macérame en tuacíbar y púrgame de esta pesadumbre.Tus pies se hunden en la tierra bañadapor el sol, es el fango de añosperennes, del ir y venir.Sumerge tus pies a la orilla del río, te
sientas y te vez en la cúspide del árbol
más alto, reflejo invertido de quien te
observa.
Tu mano se posa a ras del espejo, lo
puedes tocar, lo puedes sentir, tus
yemas se humedecen, tocas lo
inaccesible, una rama, una hoja, el
fruto más alto a tu alcancé, cierras el
puño y coges.
De tu palma se escurre el espejo, son
tus dedos presionando tu propio puño,
pero es tuyo, no lo puedes ver, lo
sientes, en tu mano lo tienes. ¿Y dónde
está?
Bañas tus pies, que descasan sobre
piedras de río, tu tronco descansa
sobre otro, el aire se entretiene
despeinándote, levanta la hojarasca en
pequeños remolinos de tierra y agua,
un céfiro te envuelve, caricia de
ternura, respiras humedad, se te pega a
la piel trocitos de corteza con sabor a
canela.
Desprende la tea de mi cuerpo e
ilumina tu sombra.
Que el crepúsculo asoma y bordea la
oscuridad.
Soy tu guardián en todos los tiempos,
miras hacia arriba y no ves, son las
nubes esmeralda de mis ramas, que
han hecho más negro las alturas.
Árbol, mis raíces tu llanto anegado en
estrecho sendero se refleja la luna, ya
no hay formas ni color, ha caído ya.
El silencio se rompe, un croar largo te
estremece a golpe de varas el crujir a
las llene, golpes de viento a mis
brazos, son sonidos que no conoces
y te hacen encoger el alma, hilo de
sudor de tu frente corre hasta tus
huellas, unas órbitas escarlata
detienen tus pasos, su eco te
sobresalta, te observa, no se mueve,
lechuza impertinente quita tus ojos
de susto.
Escuchas tu sangre correr, el aliento
se te escapa, tu mano me hace sentir,
tu sudor esta frío como la noche,
respiras y la calma llena tus
pulmones.
Jazmín Garay Rodríguez Valquiria. Fotógrafa, Forma parte entre otros, de los talleres literarios del Faro de
Oriente, además de colaborar en la presente revista, como parte del consejo Editorial